Por Martín Kohan
Fotografiar el silencio. No el silencio que toda foto necesariamente asume, tampoco fotografiar a alguien que está en silencio, que luce callado; sino fotografiar el silencio mismo, como si fuese una cosa material –hasta volverlo, no ya audible, sino visible o incluso tangible. El recurso al que apela Martín Weber en Mapa de sueños latinoamericanos consiste en que los fotografiados expongan un letrero en el que escribieron sus deseos, sus esperanzas o desesperanzas, la ilusión de cada cual. El gesto con el que exhiben esas palabras escritas, la marcada seriedad de sus semblantes, a veces una compenetración total y a veces un aire de ausencia, indican con rara elocuencia la renuncia a la palabra hablada. Se interpone una escritura para poder quedarse en silencio o el silencio se interpone y remite a la escritura. Puede haber toda una frase o puede haber apenas una palabra en esos carteles que exponen, el que sueña suele aparecer junto con otros en una escena claramente compuesta pero también puede aparecer solo, a solas con su sueño.
Mi foto predilecta, entre las tantas del libro, es una de un hombre solo. El letrero que sostiene dice, el letrero que sostiene pide: “Dios quiera que vuelva mi señora”. Entre las imágenes que constan en la imagen, hay una en lo alto en la que puede verse a Dios. El corazón sagrado se añade así al corazón roto. Nosotros vemos esa imagen de Jesús, el hombre no. Nosotros podemos llegar a advertir que está rajada, que está partida. El hombre acaso ya lo sepa.
Referencia desde Eterna Cadencia